domingo, 3 de diciembre de 2023

 

 Mis Experiencias en el Cuerpo de Paz         

                                             

Foto de mi pasaporte 1966 

A principios de 1966 tuve que tomar una decisión; consentir de ser reclutado en el ejército o aceptar una invitación del último momento para entrenar para una misión de dos años con el Cuerpo de Paz en Venezuela. Yo acababa de recibir mi diploma de Associate of Arts después de dos años en junior college y no tenía ningún plan inmediato de seguir con mi educación. Alrededor de un año anteriormente yo había llenado una aplicación de 16 páginas para el Cuerpo de Paz porque el romance y la aventura de tal cosa me atraía, pero no había oído nada de ellos desde entonces y en ese momento casi lo había olvidado.

 

Aunque la guerra en Vietnam se estaba calentando, y entrar en el ejecito significaba muy probablemente ir allí, no fue una decisión tan fácil de tomar como Ud. pensaría.  El Cuerpo de Paz fue solo un aplazamiento de mi obligación de servicio y yo sabía que al regreso estaría nuevamente obligado a entrar. También yo ya me estaba acostumbrado a la idea de entrar en el ejército. Además, algunos examines que yo había tomado indicaban que quizás yo hubiera podido entra en la escuela militar para el entrenamiento de oficiales.

 

Finalmente, decidí ir al Cuerpo de Paz porque era diferente de lo que mis compañeros iban a hacer y pensaba que eso parecería más interesante en mi currículo un día. Entonces, en marzo de 1966, a los 20 años, llegué a la Universidad de Arizona con otros 60 voluntarios de todo el país, listo para empezar un curso de entrenamiento de tres meses.

 

Muy rápido nos dividimos en nuestros grupos naturales; los que bebían y los que no bebían, los idealistas y los buscadores de aventuras, casados y solteros, hombres y mujeres, deportistas y no deportistas. Al final me parece que los que buscaban aventura y bebedores tenían mejores carreras en total y la experiencia era más difícil para los idealistas y no bebedores.

 

Algunos de nosotros en el campo deportivo

Nuestro entrenamiento consistió en cursos intensivos de español y, como nuestro grupo estaba enfocado en “Recreación Dirigida”, cursos de enseñar deportes. Al principio nos hicieron pruebas de habilidades lingüísticas y, basado en los resultados, nos asignaron a grupos de estudio. La mayoría de los días empezaron con dos horas de estudio del español, una hora de recreación física y a volver a otras dos horas más dedicadas al castellano. Muchos de nosotros empezamos a hablar el español en nuestros sueños mientras dormíamos. Aunque trabajé duro para aprender, mi habilidad de poder hablar esta lengua nueva logró junto con el promedio del grupo. En las tardes aprendimos a como enseñar deportes, a menudo liderado por miembros de la facultad de deportes de la Universidad de Arizona.

Después de un par de meses de esto nos mandaron a los estados de Michoacán y Jalisco en México para pasar unas semanas en pueblos donde nosotros habríamos de practicar nuestras habilidades nuevas en el leguaje y experimentar vivir en el Tercer Mundo.

 

Pichátaro, Michoacán, México 1966

Fuera de esperar que nuestro viaje replicara lo que nos esperaba en Venezuela y que nosotros, y los gerentes del Cuerpo de Paz, podríamos determinar si sería apropiado para algunos individuos seguir adelante.

Yo fui asignado a Pichátaro, un pueblo remoto en las montañas de Michoacán. Para llegar allí, tomé un tren, un autobús y finalmente tuve que alquilar un caballo y un guía joven para pasar el ultimo segmento nocturno de mi viaje. Sin embargo, siempre he pensado que, si yo hubiera hablado mejor el idioma, habría obtenido un modo más fácil de llegar. La gente era muy amable y trabajaba duro. Yo luché con la comunicación y el aislamiento, pero lo recuerdo con cariño. Interesantemente, para mucha de la gente allá, Tarascan era su lengua materna, o así yo lo tenía entendido. 

Muchas amistades de larga duración fueron formadas en estos tres meses de entrenamiento, y para mí, era una de las mejores partes de mi experiencia en el Cuerpo de Paz. Finalmente, alrededor de 10 de nosotros decidimos no continuar con el programa y otros 10 no fueron seleccionados por la administración. Algunas de las decisiones de no seleccionar individuos no fueron muy populares con los demás del grupo.

Entonces, ahora había 40 de nosotros para empezar la gran aventura.

Nos agrupamos en Miami con otro grupo de voluntarios para un vuelo nocturno al sur, a la capital de Venezuela, Caracas. El piloto, al inicio, nos dio la  bienvenida y nos deseó buena suerte en nuestra aventura nueva. Mas tarde por el altavoz del avión él nos amenazó con consecuencias nefastas si no lo dejábamos beber de las botellas de alcohol que habíamos contrabandeado en el avión.

Una vez en Caracas, pasamos unos días haciendo turismo mientras la administración pretendía organizarnos y avisarnos de nuestros sitios asignados. Me pidieron que yo fuera a trabajar en una escuela primaria católica de nombre Fe y Alegría ubicado en Puerto Ordaz, Estado de Bolívar.

 

                          Algunos regulares en los campos de Fe y Alegría.

La escuela tenía un área encerrada grande de recreación que incluía un par de canchas de baloncesto y un campo de fútbol, ideal para enseñar educación física, conducir programas después de clases y organizar competencias de deportes. Había dos voluntarios allí antes que mí que eran bien recorados.

 

                                      Equipo de volibol femenina 1968

En aquel tiempo Puerto Ordaz tenía una población alrededor de 100,000 habitantes, pero estaba creciendo rápido debido de los muchos empleos que ofrecían. El gobierno de Venezuela estaba invirtiendo mucho de sus ganancias de la venta de petróleo para desarrollar la infraestructura del área, incluyendo la construcción de la presa masiva, Guri. Ellos también querían explotar los depósitos grandes de minerales en el área, así como apoyar el desarrollo de la industria pesada. Orinoco Mining Company, una subsidiaria de U.S. Steel, ya estaba allí junto con algunos técnicos norte americanos y un club de campo para empleados del nivel de gerencial.

                                                            

                     

                          Los Bloques- Puerto Ordaz 1966 donde yo viví el primer año.

Puerto Ordaz está ubicado alrededor de 600 kilómetros al suroeste de Caracas en la mitad de las grandes llanuras de Venezuela, Los Llanos. La ciudad está situada en la confluencia de los ríos Orinoco y Caroní. Como queda solo a 7 grados al norte del ecuador, el clima es muy a menudo cálido y húmedo, sobre todo en la época de lluvia. La metrópolis nueva de Ciudad Guyana finalmente se formó uniéndose Puerto Ordaz y la ciudad al otro lado del rio, San Felix. Combinado tenían una población de 840,000 en 2020.

Entonces por dos años yo abría los campos de Fe y Alergia después de las clases del día al fin de que los niños y adolescentes del barrio cercano podían jugar juegos de pelota o simplemente pasar un rato.

Mi choza en Puerto Ordaz para el segundo año 1967-68.

Ocasionalmente teníamos torneos de baloncesto, vólibol y fútbol y una vez, una competencia de atletismo. Durante el día enseñaba clases de educación física en la escuela primaria y/o caminaba una milla a la escuela católica secundaria para enseñar un periodo del tercer año del inglés. Me acuerdo de que muy a menudo llegaba sudado a esta clase a las 8:00 de la mañana debido al clima tórrido.

En las tardes me encontraba subido al cerro hacia el centro de la ciudad donde había canchas de baloncesto con luces y juegos generalmente en progreso. Regresando de noche, yo me maravillaba de las estrellas. Sin poca competencia de luz ambiental, fueron las más brillantes y numerosas que había visto en mi vida comparado con las ciudades donde vivía anteriormente. A esta latitud baja, Escorpio y La Cruz del Sur dominaban las constelaciones del cielo.

Un año terminé a cargo del equipo de baloncesto del Estado de Bolívar para los campeonatos nacionales en Caracas. Nosotros fuimos desesperadamente superados y perdimos todos los juegos. No nos ayudaba que yo sabía poco de como entrenar un verdadero equipo.

                                          El Barrio-Puerto Ordaz 1967

Después de que yo estuve en Puerto Ordaz por alrededor de seis meses, otro voluntario fue mandado a estar allí conmigo. Aunque esperaba con ansias la compañía, él y yo nunca nos unimos. Él estaba entusiasmado y comprometido con entregarse a la comunidad. También era muy católico y gran parte de su trabajo giraba en torno a la iglesia y a través de ella. Claro que yo respetaba la dedicación con la que él se esforzó en ser voluntario, pero nosotros solo coexistamos con poca relación personal. Después del Cuerpo de Paz oí que él decidió quedarse en Venezuela y, según una fuente de información, renunció a su ciudadanía de Los Estados Unidos.

Supongo que el plato típico allí era carajotas negras, arroz con pollo y plátanos. Comí esta comida veces innumerables y siempre me gustaba. La marca de cerveza que tomaba era Polar. Una costumbre que siempre encontré curiosa era que cuando los hombres de clase obrera tomaban cerveza, ellos dejaban de beberla cuando la cerveza perdía algo de su frio. Entonces, en un bar se veía un grupo de esos hombres sentados alrededor de una mesa llena de botellas media bebidas, eso en un país donde no se ganaba fácilmente el Bolívar.

Cuando me uní al Cuerpo de Paz pesaba 180 libras. Cuando regresé pesaba 158. Y, yo no era el único, como todos los demás hombres tuvieron una experiencia similar. Supongo que era una combinación de trabajo, comida simple y, en mi caso, pérdida de apetito debido al clima. En cambio, muchas de las mujeres de nuestro grupo aumentaron peso. Interesante, mi hijo Timothy, quien paso dos años en Bolivia como voluntario, tuvo la misma experiencia. 

 Durante mi tiempo en Venezuela yo pude viajar bastante. Mi compañero voluntario Bob Buffin y yo hicimos autostop por el rincón noroeste del país que incluía la parte más al norte de los Andes.

 

Bob Buffin y yo en Barquisimeto, Venezuela

Doug Stufflebeam, Delta Amacuro, Venezuela 1968 Él salvaba vidas.

Yo siempre estaba poco envidioso de los voluntarios en estas ciudades de más altura con clima fresco como Caracas, Maracay, Valencia y Mérida. También tuve la oportunidad de viajar en lancha motorizada al delta del Orinoco para visitar a otro amigo, Doug Stufflebean, quien vivía con la gente indígena allí, los Waraos. Con su experiencia como médico en las fuerzas navales, él estaba salvando vidas, como niños con diarrea u hombres heridos de machetazos.

Gocé de un par de visitas al norte a Playa Colorada en la costa del Caribe donde cuerpo surfeé y comí ostiones por primera vez.

Joe Bette era un norteamericano trabajando para la Orinoco Mining Company en Puerto Ordaz en esa temporada. Él había sido voluntario en el Cuerpo de Paz en la India algunos años antes. Un año él y yo volamos a Trinidad para Carnaval. Fue una de las más grandes aventuras de mi vida. 50+ años más tarde y todavía puedo oír la música del tambor de acero y saborear el ron oscuro.

Sali de Venezuela algo decepcionado conmigo mismo porque yo no había hecho más esfuerzo en creer más actividades, programas y eventos con Fe y Alegría. No pongo excusas, pero con el tiempo, después de mi estallido de entusiasmo inicial, perdí motivación e interés. Después del primer año, con la excepción de cuando tuve un aumento de actividad, me fui con la corriente y sólo hice lo que se me pedía. Hacia el final yo estaba contando los días hasta la terminación de mi asignación porque me importaba cumplir los dos años de mi compromiso. Como era, creo que yo conseguí más de mi experiencia de lo que recibieron los venezolanos. De nuestro grupo de 40 que llego al país después de 24 meses, solo quedaron 20 al final. Estoy orgulloso de ser uno de ellos.

Adicionalmente, sentía que hubiera podido hacer más esfuerzo para aprender el español. Estaba “OK” después de dos años, pero fue hasta mucho más tiempo después de regresar, con estudio serio en casa, que llegué a un nivel  con lo cual estoy semi contento. Quizás es por eso por lo que hoy día asisto a las clases de “Casa de Estudiantes”.

En junio de 1968 cumplí mi servicio y regresé a EE. UU. por Bogotá, Colombia. Mi primera parada fue la ciudad de Nueva York donde visité a otro voluntario de nuestro grupo que había vuelto, Bart Briefstein, quien vivía allí. Nosotros fuimos a una obra nueva de “off-Broadway”, “Hair”.  Esto fue los 60, y por los últimos dos años nosotros en Venezuela habíamos oído reportes de manifestantes conta la guerra en Vietnam amotinándose en las calles, junto con los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King. Yo no estaba seguro de que me esperaba en casa. Esa noche en el teatro yo experimenté una forma de choque contra cultural, mirado a los actores irreverentes y desnudos en el escenario.

¿Quizás en mi ausencia mi país había cambiado?

Así fue, y yo también.

 



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